El fuera de registro, que para muchos trabajos de imprenta sería un error insalvable, puede convertirse en un recurso artístico de alto impacto.
Cuando se imprime una imagen o un elemento gráfico con más de un color, es necesario fijar cada color por separado en sucesivas fases y ponerlo en registro, para asegurar que cada uno estará en la posición exacta en la que estaba prevista.
Si se produjera la más pequeña diferencia, esa falta de alineación que lo dejaría fuera de registro será visible a simple vista y generará el desagrado entre los lectores o quienes vean esa imagen. En los límites, los colores se mezclarán, creando un margen oscuro, o no se tocarán, dejando un ´borde blanco.
El registro exacto de imágenes y texto siempre fue motivo de gran preocupación para impresores. Hoy, los programas y los medios técnicos permiten obtener colores registrados de manera más sencilla, pero el fuera de registro todavía es un error que se produce con frecuencia en productos distribuidos a gran escala.
Pero, ese desfase que se consideraba síntoma de una impresión de poca calidad y económica empezó a ser visto por algunos diseñadores como un recurso creativo.
En la década de 1960, Muriel Cooper, quien trabajó durante muchos años en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y que estuvo vinculada con el uso de nuevas tecnologías en el diseño y la experimentación con la impresión, utilizó de manera intencional el fuera de registro, para dar sentido del movimiento y mayor expresividad, como en la cubierta de Bauhaus (1969) o el póster Your Turn, My Turn de April Greiman (1983) que, con ese recurso, produce un efecto 3D.
Por su parte, Xavier Antin, en el proyecto Just in Time, hizo un libro impreso con cuatro impresoras -una para cada color-, que datan de entre 1880 y 1976. El resultado final —impresiones caracterizadas por un peculiar desplazamiento y movimiento de colores— es el testimonio del proceso de producción, que combina diferentes épocas, tecnologías y técnicas.