Una impresora 3D fue utilizada por una universidad a fin de fabricar insumos necesarios para equipamiento médico. Las impresoras 3D son capaces de crear nuevas formas para productos ya existentes, pero también permiten obtener reemplazos para otros que son difíciles de conseguir por su rareza y especificidad. Investigadores del Instituto de Industria (IDEI) de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) entraron en contacto con médicos del Instituto de Oncología Ángel Roffo y del Hospital Garrahan para desarrollar dos dispositivos: un vaso para una máquina centrífuga que permite separar los componentes de la sangre –y que les permitió evitar su importación– y un fantoma, un simulador de tejido humano que permite hacer diferentes pruebas en un tomógrafo de emisión de positrones. Para el Hospital Garrahan, los investigadores de la UNGS trabajaron en el desarrollo de un vaso de una centrífuga que se usa para separar los componentes de la sangre. Para reemplazarlo el hospital debía comprarlo a un proveedor que obligaba también a importar los seis vasos de la centrífuga. El problema fue fácil de solucionar desde el punto de vista técnico y ahorró un gran problema burocrático al hospital. “Nosotros, que también estamos en una institución pública, sabemos sobre la burocracia y la demora que puede implicar la importación de estas cosas, por más que representen poco dinero”, dice Rodríguez. Simulador de tejidos El tomógrafo por emisión de positrones del Instituto de Oncología Ángel Roffo es único en la Argentina y no hay otro en su tipo que esté funcionando en América Latina, por lo que su especificidad hace que sea muy complicado y caro conseguir insumos para la investigación. Con un simulador de tejido humano –denominado fantoma– es posible recrear distintos tipos de lesiones y tumores para que puedan se detectados por el tomógrafo y así poder calibrarlo y conocer sus límites de detección. Esto permite hacer investigación básica sobre la respuesta del equipo y los diferentes tipos de contrastes radioactivos a utilizar. El dispositivo consiste en un recipiente que se llena con agua pura y con un compuesto de fluorodesoxiglucosa, el mismo contraste radioactivo que se utiliza en los pacientes. La concentración de uno u otro líquido es lo que diferencia a un tejido sano de uno enfermo y permite que los médicos puedan hacer diferentes combinaciones para conocer cómo mide el tomografo y simular distintas lesiones. En el diseño del fantoma fue necesario que el personal de investigación del IDEI y un grupo de estudiantes de la UNGS aprendieran sobre cómo funciona el tomógrafo y su incidencia sobre los diferentes tipos de plástico que se evaluaron para construirlo. Fuente: TSS – Universidad Nacional de San Martín 3 de agosto de 2016