Es casi imposible salir a la calle sin toparse con algún cartel que se emplee como aviso publicitario, promociones de espectáculos culturales o deportivos. La historia del cartel comienza en el París de 1890 con el pintor Jules Chèret, quien buscaba crear formas agradables a la vista y que todo el mundo captase su mensaje. Cheret es considerado padre del cartel moderno por ser el primero en utilizar las técnicas litográficas en este ámbito. En Montmartre, Toulouse-Lautrec retrataba la vida de la Belle Époque de la capital francesa. Este postimpresionista vio el éxito en la realización de carteles para cabarets como el Moulin Rouge, Le Mirliton o Le chat noir. En muchas de sus obras, influidas por el arte japonés y con innovadores encuadres, aparecía su amiga y bailarina Jane Avril. Otro pintor conocido por sus carteles, fue el checho Alfons Mucha. Dentro de la corriente del Art Nouveau e influido por el prerrafaelismo, en sus obras proliferan las mujeres estilizadas y elegantes rodeadas de motivos florales y líneas sinuosas. La fama le vino gracias al cartel que realizó para la obra de teatro Gismonda (1895) con la actriz Sarah Bernhardt como protagonista–quien se movía como pez en el agua en el ambiente bohemio de la época-. Esto le dio paso para diseñar una colección para el joyero Georges Fouquet, y para viajar a Estados Unidos y trabajar con la actriz Leslie Carter. Más tarde, volvió a su Checoslovaquia natal donde, tras la independencia, realizó numerosos diseños para el nuevo Gobierno. Cruzando el continente hasta la Rusia soviética, nace el cartelismo político, que toma este tipo de obras como un poderoso reclamo para la sociedad. Allí, Mikhail Cheremnykh crea los ROSTA, ventanas satíricas de los Telégrafos Rusos, que por su diseño recuerdan a los cómics. Pero la vida del cartel no estaba acabada aún. Dentro del diseño, irrumpen las carátulas de discos, pósters, programas de mano…Y como no, los carteles de cine como forma de promocionar el séptimo arte. En este campo, pisa con fuerza Estados Unidos, haciendo suyo el fin publicitario de los carteles, que siempre aparecían ligados estilísticamente con las corrientes artísticas del momento, así como a la fotografía, y con la estrella principal en el cartel. Con la llegada de la televisión, ésta toma la función de difusión de los mensajes, y se relega al cartel a un segundo plano. Aunque en los 50’ Suiza revalorizó la industria litográfica, poniendo en primera línea el “estilo tipográfico internacional”, más formal. Pero con el Post-Modernismo, llega la reacción de los discípulos de este estilo, que ahora deviene en carteles más complejos. Diez o veinte años más tarde, aparecen los carteles para conciertos, más espontáneos y afectados por los movimientos sociales de la época. 23/12/2015 ep