El proceso de colodión húmedo, a mediados del siglo XIX, aceleró la difusión del fotograbado a pasos agigantados. A comienzos del siglo XIX, junto con los primeros avances de la fotografía, se empezó a desarrollar el fotograbado, pero su uso comercial no comenzaría hasta finales de 1850, cuando se introdujo el proceso de colodión húmedo. Esta técnica implica grabar una matriz serigráfica por medio de un proceso fotográfico, empleando emulsiones fotosensibles, un sistema de contacto para fijar la película a la malla y una fuente de luz potente para provocar el endurecimiento de la fotoemulsión. Ese sistema se basó en la producción de impresiones en una superficie de relieve utilizando medios químicos y mecánicos con la ayuda de la fotografía. Una placa cubierta por una sustancia fotosensible se exponía a una imagen, generalmente en película. La placa era posteriormente tratada de diversas maneras, dependiendo del proceso de impresión que se iba a utilizar, ya sea de relieve o «intaglio». La impresión en relieve consistía en profundizar las áreas de no-impresión para distribuir la tinta de manera uniforme sobre la superficie y luego transferirla al papel. En el caso de las placas de «intaglio», se realizaba el proceso contrario realzando las zonas de no-impresión y eliminando con ácido las áreas de impresión. La producción de tonos intermedios entre el negro y el blanco era un problema en el fotograbado hasta la llegada, en la segunda mitad del siglo XIX, de varios tipos de pantallas de medio tono. A partir de esta creación, se observó un crecimiento acelerado del proceso de fotograbado. Esta técnica fue utilizada por el fotógrafo norteamericano Alfred Stieglitz (1864-1946) para su revista Camera Work, que tuvo 416 fotograbados. Otros fotógrafos seducidos por este método fueron Alvin Langdon Coburn (1882-1966) y Paul Strand (1890-1976).