La aparición de biodegradables y de compostables significó un avance en el respeto del ambiente. Para eso hay que saber identificarlos.
Un producto biodegradable y/o compostable no está diseñado para que se pueda abandonar o arrojar al suelo.
La ola verde llegó al mundo de los envases hace algún tiempo, pero aún quedan algunas dudas en torno de lo que significa cada uno de los términos que definen a los productos. Este es el caso de los biodegradables y los compostables que, muchas veces, llevan a la confusión al consumidor.
Se entiende que cualquier producto es biodegradable en condiciones aerobias, cuando puede ser degradado por la acción de los microorganismos en presencia de oxígeno para dar dióxido de carbono, agua, sales minerales y nueva biomasa. Además, se debe conseguir un 90% de degradación en un período no mayor a 180 días, a una temperatura de 58 ºC ± 2 ºC.
Para poder afirmar que un producto es biodegradable este tiene que superar el estudio de laboratorio de biodegradación en el medio que le corresponda bajo los estándares citados anteriormente.
Un producto compostable es aquel que puede degradarse biológicamente formando compost, produciendo en su descomposición CO2, agua, compuestos inorgánicos y biomasa sin generar ningún residuo tóxico y que no se pueda distinguir visualmente, es decir, obtener un compost de buena calidad.
Con estas definiciones se puede afirmar que un producto compostable es biodegradable y no todo producto biodegradable es necesariamente compostable.
Es importante recalcar que un producto biodegradable y/o compostable no está diseñado para que se pueda abandonar o arrojar al suelo en la ciudad, al campo, al ambiente en general o cursos fluviales como ríos o lagos e incluso al mar. En estas condiciones no es posible asegurar la biodegradación, ya que ésta solo está garantizada en condiciones controladas de compost, y, por tanto, fuera de este ámbito se pierden las prestaciones de estos materiales.