La tampografía surgió gracias a la industria relojera suiza. Famosa por producir relojes de excelente calidad, sus carátulas se hacían a mano, un proceso que insumía mucho tiempo y costos en mano de obra. Ante esa realidad, los fabricantes comenzaron a buscar un método para evitar ese proceso manual. La solución debía ser económicamente mejor; no sacrificar ni afectar la calidad del producto final, y tener gran precisión, por la delicadeza del producto. En 1969, Pierre Schmid inventó la primera máquina de tampografía manual, con la que se redujeron costos y tiempos de decoración de las carátulas de los relojes, sin afectar su calidad. El éxito de las máquinas de tampografía Schmid fue tal que muchas de ellas, fabricadas en la década de los setenta siguen funcionando y se pueden comprar las legendarias SP 710 reconstruidas y garantizadas. Aquellas máquinas usaban tampones de gelatina, debido a que la mayoría de carátulas de relojes no son planas, sino ligeramente curvadas, y ese material flexible respondía a esa necesidad de impresión. Pero, no eran muy durables e impulsó la búsqueda de otro material, con lo que apareció el tampón de siliconas, que permitió manejar la dureza y flexibilidad del tampon, con lo que se pueden imprimir cosas con formas menos regulares, ya que la silicona del tampón adapta la forma del sustrato. Así, un tampón de siliconas duro es mejor para la impresión de piezas planas o de forma más regular; un tampón suave y flexible responde mejor a la impresión de piezas con formas irregulares. Estos descubrimientos dieron paso a la apertura de nuevos mercados y, así como originalmente se usaban placas de acero, hoy día existen placas de polímero fotosensible a la luz ultravioleta y de apenas unos cuantos milímetros de espesor. El proceso se hizo más económico y rápido. Hoy, la tampografía se utiliza para todo tipo de superficies, desde pelotas de golf, catéteres para la industria médica, mandos de control remoto, teclas de calculadoras, hasta artículos promocionales y las máquinas son totalmente automáticas y especializadas. Sin embargo, todas las máquinas tampográficas, desde aquellas SP 710 hasta las más moderna, pueden adaptarse a las necesidades de la industria.